El vigia desde las alturas

Desde lo alto de la escalera a Ciro le gusta contemplar lo que pasa en el living. Momentos de tranquilidad en los que por ejemplo estoy frente a la computadora y soy mientras tanto observada por este bombón gatuno. Como una esfinge clarita, sus ojitos curiosos miran todo. No pasa siempre, por lo general está saltando de aquí para allá. Pero tiene sus ratos de asombrosa calma, en los que querría comerlo a besos. ¿No es divino?

Ayer pensaba llevarlo al veterinario a que le pusieran una vacuna (la última de esta primer tanda, luego tiene descanso hasta el año que viene), pero me entretuve charlando por teléfono con una amiga y se me hizo tarde. Quedará para estos días entonces, del pinchazo no zafa.

Sigue jugando un montón. Últimamente se le dio por atacar los rollos de papel higiénico. Me encuentro con señales de esto a cada rato, se las ingenia para hacerlo aunque intente cerrarle las puertas (evidentemente algunas veces me olvido, o él se ingenia para abrirlas).

Me causa mucha gracia como actúa de reloj despertador. Ya sabe a qué hora me levanto durante la semana, y entonces empieza a tocarme la cara con su patita o a moverse. Claro que algunas veces lo hace unos minutitos antes del horario (¿Cómo le hago entender que todavía nos quedan quince minutos de sueño?), y que no distingue sábados, domingos o feriados. En esas ocasiones trato de cubrirme la cara con la manta para que se canse y se vuelva a acostar, o directamente lo saco del cuarto por un rato.

Es un michi precioso, puro amor, ternura y travesuras.