Hace rato que no
escribo, y vengo a inaugurar febrero con post sobre los libros del mes
anterior.
Esto es lo que leí en
enero, un período bastante fructífero:
Malaherba, de Manuel Jabois
Está contado desde la
perspectiva de un niño de diez años. Descubre a su padre tirado en la
habitación, y gracias a este suceso cercano a la muerte es que llega a la casa
de unos vecinos. Allí conoce a Elvis, un nuevo compañero de clase, con quien
comienza una amistad. El libro trata sobre descubrimientos de la niñez, el surgimiento
de emociones a las que no se sabe poner nombre. Es bastante ameno y corto.
Las hijas del capitán, de Maria Dueñas.
Esta novela me gustó
mucho, y habla de la inmigración. Emilio Arenas, un español que se ha
trasladado a Nueva York durante la década del 30’, ha decidido abrir un negocio
de comidas. A puro pulmón y endeudándose para hacerlo intenta dar forma al
emprendimiento. Traslada un poco a la fuerza a su mujer y sus tres hijas
veinteañeras, quienes atraviesan el océano a bastante disgusto. La trágica
muerte de Emilio obliga a las muchachas a tomar las riendas del negocio, a la
espera del cobro de una indemnización.
El camino no les es
fácil, deben luchar en una ciudad que les es hostil, con reglas e idioma que se
les hacen ajenos. Una aventura en la que se van convirtiendo en mujeres
mientras salen adelante.
La bailarina de Auschwitz, de Edith Eger.
Esta fue una lectura
que me pareció muy emocionante y conmovedora. A pesar de haber vivido una
experiencia de lo más traumática como haber sido prisionera en un campo de
concentración, la autora ha sabido transformarla en una fuente de inspiración
para otros, ayudando a sanar cicatrices emocionales. Es una historia de
superación sobre la capacidad del ser humano para sanar y vencer la adversidad.
Tiene frases que
invitan a reflexionar, es muy inspirador.
En clave de sol, de Alma Flor Ada.
Este libro me gustó,
aunque no me deslumbró.
Un triple asesinato en
la Cuba de los años cincuenta cambia para siempre las vidas de seis jóvenes que
nunca volverán a ser las mismas. Separadas, dispersas por el mundo, se asirán a
lo único que las une: un secreto compartido que prometieron no revelar jamás.
Nos trae un contexto
histórico interesante, y habla sobre las
realidades y emociones de los cubanos en el exilio.
El idioma de los recuerdos, de Antonio Gomez
Rufo.
Tiene una mirada
nostálgica y nos trae los recuerdos de un hombre hacia el final de su vida.
Un hombre en el ocaso
de su vida pasa un último verano frente al mar. Durante esos días de soledad,
recuerda aquel otro verano en que su vida cambió para siempre: el de 1939. Fue
en los meses siguientes a la entrada de las tropas nacionales en Madrid, en una
ciudad derrotada que luchaba desesperadamente por abrirse de nuevo a la vida,
cuando el protagonista, entonces un adolescente hermano de un alto cargo de
Falange, se enamoró de la hija de un anarquista fusilado.
El año del desierto, de Pedro Mairal.
Un libro que me gustó
mucho, me pareció novedoso por la forma de ser contado.
Transcurre en Buenos
Aires, y es la historia de una amenaza: la intemperie. Un desierto que avanza y
va cercando la Capital, lo que obliga a su población a tener que adaptarse a
las nuevas circunstancias. Una amenaza que no es solo climatológica, sino que
se verá agravada por la violencia generada por las bandas de la Provincia, que
tratan de entrar en la Capital, y la respuesta también violenta del ejército.
Lo que sucede lo vemos a través de los ojos de la joven veinteañera María,
quien vive con su padre. El novio de María desaparece en una manifestación, es
obligado a colaborar con su país tras ser alistado contra su voluntad en el
ejército y finalmente acaba desertando y desapareciendo del mapa. A medida que
la intemperie avanza todo se complica; aumentan las dificultades y surgen las
tensiones. María pierde a su padre y sin ningún familiar cerca, le toca
buscarse la vida. María debe reciclarse; como ella son muchos los que a
consecuencia de la intemperie han perdido sus trabajos y sobreviven como pueden
trabajando en lo que se les ofrece, así María, que encontrará empleo haciendo
de enfermera en un hospital hasta que le obligan a marcharse a fin de no contraer
la enfermedad, limpiando luego camas en hangares de un puerto, oficiando de
cantante y barragana en un lupanar, en manos de un Obispo despótico, una María
siempre en movimiento, dejando más tarde la Capital, rumbo hacia Luján y
finalmente a la deriva ante un horizonte azul monocromático: solo agua y cielo
alrededor.
¿Qué han estado
leyendo ustedes?
¿Cómo han estado estos
días?