viernes, 16 de marzo de 2012

Primeros años, primeros viajes

En mis primeros años de vida viajé bastante recorriendo el sur argentino, por la profesión de mis padres. A ellos les tocaba pasar algunos meses en lo que se puede considerar trabajo de campo, yendo a relevar lugares que a veces distaban de ser turísticos, para tomar muestras, hacer mediciones (para lo que yo podía ver a esa edad era tomar muestras de rocas, aunque por supuesto es mucho mas complejo que esto).

En esa edad en la que no importaba perder algunos días de escuela, y siendo una época en la que en el país se favorecían este tipo de campañas (luego pasaron muchos años sin partidas presupuestarias para eso), solíamos pasarnos los tres meses del verano por el sur. Para mi eran días de vacaciones, aunque mis padres tuvieran que trabajar. Pero desde mi visión era parar en estancias en donde podía ver animalitos de la zona, ver algunos ríos, explorar, jugar con la naturaleza.

Hoy en día y con el paso de los años todo esto lo recuerdo con mucho cariño. Se que fueron experiencias que no todo el mundo tiene. Es que no eran viajes turísticos (aunque siempre se reservaban algunos días para ir a conocer algo que si lo era, como una pingüinera, un pueblito galés, la zona de los glaciares, etc), pero me mostraban una realidad del sur que me ha dado una visión mas completa de la zona. La hizo un poquito mas mía, aunque siempre vivimos en Buenos Aires.

Sobre todo íbamos para las provincias de Santa Cruz y Chubut. Y de ahí nos movíamos, en las viejas camionetas Ford. Las recuerdo grandes, de color azul, y capaces de meterse en los caminos mas perdidos. Ahí llevábamos todo lo necesario. Comida para pasar esos meses (por lo menos lo que era no perecedero). Lo que mas me gustaba pero hace mucho que no se consigue por estos lados es el pejerrey en aceite enlatado de “La caleta”. También llevábamos otros manjares. Recuerdo la leche condensada (que tampoco es algo que habitualmente consuma asi que está guardado en mi memoria como parte de la niñez), el queso duro, etc.

También transportábamos arcones en los que iban los utensillos de cocina, el abrigo, y por supuesto muchos juguetes. Es que primero iban conmigo, y luego cuando estuvo mi hermano con nosotros dos, así que con dos niños pequeños era necesario llevar pilas de juguetes para ambos. Tengo fotos de esas épocas, así que se que llevábamos muñecas, autitos, recipientes de colores.

Algunas cosas que me vienen a la memoria sobre esos dias son:

  • Que mi papá salvó a un guanaco que había quedado atrapado en la cerca de un campo. De no haberle ayudado a salir se que el bichito iba a morir ahí, así que para mi eso convertía a mi papá en un héroe.
  • Que le dábamos de tomar mamadera a una ovejita bebé que había en una estancia en la que estábamos parando.
  • Que en otra estancia tenían un huerto grande de frutillas y me entretenía robando algunas.
  • Que vimos pingüinos, zorritos, guanacos, orcas, perdices, ovejas, vacas, entre otros.
  • Que comimos unos asados muy ricos porque en el campo siempre hay algún paisano que se distingue por sus cualidades de buen asador (y que mi mamá siempre me repite que yo de muy chica ya los miraba con mis ojos grandes, porque ya desde ahí me gustaban los asados)
  • Que perseguíamos lagartijas, y siempre alguna lográbamos agarrar.
  • Que caminábamos por el campo con la piqueta en mano (que para esa época era demasiado grande para nosotros, pero nos gustaba cargarla)
  • Que me maravillé ya en esos años con los bosques, los lagos, y con el sur en general.
  • Que en la parte de atrás de la camioneta con mi hermano nos hemos dado unas buenas tundas (peleas fraternales, en esa época muy frecuentes)

Y así podría seguir un largo rato..

Lo que si puedo decirles es que ya desde entonces amo el sur de mi pais. Desde esos tiempos de los primeros años, en lo que todo son juegos, explorar, descubrir el mundo.

¿recuerdan viajes de la infancia? ¿adonde iban?





Les dejo un par de fotos de mi niñez, y una poesía de Elba Neri Garcia (que encontré e Internet y me gustó).


             Infancia.

Y volver a soñar
con un cielo de caramelo
con la luna de queso
y los días sin fin.

Y correr y enredarme
con los colores del tiempo
abrazando fantasías
de un mundo que inventé.

Y volver a tener
esa inocencia bendita
donde las tristezas
no tienen lugar.

Donde las rabietas
se calman con un dulce
donde desconoces
el odio y el rencor.

Y volver a sentirme
libre de temores
viviendo los días
de principio a fin.

Inventando sueños
bailando con el viento
y gritandole al silencio
que eterna quiero ser.

Maravillosa niñez
nostalgia del ayer…



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