No importa si uno es
pequeñito o como en mi caso acaba de cumplir sus 38 añitos. Recibir el cariño
de los padres es algo siempre grato. Sobre todo porque con el correr del tiempo
uno va dándose cuenta de que no siempre estarán, y de que hay que valorar esos
afectos.
Mi familia es chica,
pero puedo decir que mis viejos son de oro, algo que agradezco.
Ayer que fue mi cumple
estaba previsto el festejo con la familia. Mi mamá ya me había dicho que venían
para casa y que ella traía la cena, algo casero.
Yo no soy de cocinar
platos muy elaborados, así que lo que cocinan los viejos siempre es bien
recibido. Ambos son buenos en la cocina, y hasta me atrevería a decir que mi
papá es mejor. Claro que le ponen amor y tiempo.
Yo no sabía que tenían
su vehículo en el taller, sino les hubiera dicho de ir a la casa de ellos.
¿Saben que hicieron? Se vinieron en colectivo todos cargados con la olla de
estofado, una entradita y una pequeña torta. ¡Que genios! No estamos lejos,
serán unos 4 km, pero aún así no es fácil andar cargando con todo eso.
De más está decirles
que estaba riquísimo. Apropiado para estas temperaturas (frías, y encima estaba
garuando un poco). El estofado tenía una salsa buenísima, era un manjar.
Pasamos un bonito
rato. El día ayer resultó muy lindo en todo sentido. En la oficina también me
mimaron, un grupo de compañeros me invitó a almorzar, me hicieron un regalito,
una tarjeta firmada. ¡Esas muestras de cariño hacen tanto bien! No puedo
quejarme.
Mañana se viene el
festejo con amigos. Ya varios han confirmado, espero que salga muy lindo. Hasta
decoré la casa con unos banderines mexicanos que le han dado color y quedan
alegres. Encargué también unas cuantas cosas ricas (como dije antes, de casero
hay poco..).
A celebrar el cariño
de los seres queridos, ¡a festejar la vida!
Buen fin de semana.
