Hace mucho
que no escribo en el blog. Ha pasado más de un mes, y es el mayor tiempo
transcurrido desde que lo comencé. Extrañé pasar, pero realmente no tenía
tiempo de sentarme un rato a hacer un post, la vorágine de estos días me
arrastró.
Es cierto
que estamos en cuarentena, así como la mayor parte del planeta. Es tiempo de
quedarse en casa, de resguardarnos. Tal vez la única manera de frenar la
escalada de casos de esta pandemia que ha amenazado la vida que llevábamos.
 |
Un pequeño gusto que nos hemos dado en estos días. |
En la empresa
donde trabajo nos han dado los instrumentos para que pudiéramos trabajar desde
el hogar. El famoso home office, que tantas veces se pidió y nunca se
implementaba. Las circunstancias hicieron que el departamento de sistemas se
pasara un fin de semana completo instalando notebooks para los que no teníamos.
Yo era una de las que tenía computadora de escritorio en la oficina, así que
unos días antes de que se decretara oficialmente la cuarentena pude disponer del
pc portátil.
 |
Alguien lo pasa bien en esta cuarentena |
Lo que
siguieron fueron dos semanas de locura. De trabajar más que nunca. Sábados,
domingos y feriados. Doce horas por día. Agotador al extremo. Desde casa, eso si. Era una
circunstancia especial, estábamos trabajando en una corrida presupuestaria, con
un nivel de presión enorme. Implicó coordinación de varios sectores, todo a
través de apps de llamadas y video llamadas. Mensajes de texto, WhatsApp, una
disponibilidad prácticamente 24 horas.
No fue fácil.
Hay días que me sentía colapsar. Mientras me llagaban videos y memes sobre como
combatir el aburrimiento en la cuarentena, yo sentía que no tenía ni tiempo de
respirar. Me pasaba que en todo el día me había levantado diez minutos para
almorzar y unas paradas breves para ir al baño. El resto era estar frente a la
computadora, reunida en videoconferencias, respondiendo mails, lidiando con una
VPN que a veces estaba insoportablemente lenta.
Este fin de
semana por fin he podido parar un poco. Dedicarme a no hacer nada, a descansar.
Aproveché a ver un par de películas, y también me vi entera la serie de Netflix
“Poco ortodoxa”, la cual me pareció muy buena.
En este
tiempo yo ni pisé la calle. Mi marido se ha
encargado de hacer alguna compra esporádica, también tratando de salir
solo para lo esencial. Por suerte tengo un patio donde respirar algo de aire.
Cuando he
podido, el gato ha sido mi modelo para las fotos. Las que acompañan este post
son de estos días. El michi también está en cuarentena, no lo dejamos salir por
los tejados como le gusta. No se hace mucho drama, se lo pasa durmiendo. Su
aislamiento no es muy diferente a la vida de siempre. Solo tiene que soportar
vernos todo el rato por ahí.
Estamos
cocinando todo casero, nos dimos apenas algún gustito dulce, encargando en un
negocio del barrio que sigue haciendo delivery. La primera foto es de ese día
en que nos mimamos con un brunch especial.
 |
Mucho cansancio... |
 |
Siesta interrumpida, el humano quiere jugar |
Sobre la
vida en cuarentena mucho se ha dicho. Sobre los diferentes estados de animo con
el correr de los días. Lo más difícil sin duda es no poder tener cerca a la
gente que uno quiere, tener que contentarse con un llamado telefónico. Tratamos
de acompañar a nuestros padres por este medio, y estar en contacto también con
los amigos de esta forma.
 |
Los humanos lo molestan |
Todo esto
pasará, hay que tener paciencia.
¿Cómo lo están
llevando? ¿Cómo han estado estos días?