El destructor de los sillones

Que mi gato es una belleza no es novedad. Pero que es travieso y le gusta hacer lío tampoco lo es. Entre esas cosas que hace y no debería, está el destruirme los silloncitos de la mesa del comedor. Yo tengo cuatro, dos de ellos son más mullidos, y los otros dos combinan pero son más del estilo “silla de director”. Los que el gato escogió para romper son los primeros, se ve que porque allí engancha mejor sus uñas, y porque tiene varias capas de relleno y gomaespuma para ir sacando.

Retarlo para sacarlo de ahí no funciona. Se puede lograr que en el momento se aleje, pero pronto vuelve. Y con el pasar del tiempo, y como ya lleva más de un año en casa, fue dejando sus huellas como una destrucción masiva. Lo que al principio eran puntitos en la cuerina blanca luego pasaron a ser jirones, y finalmente ya están todas destripadas.

Yo miro esos silloncitos y sufro un poco. Eran tan lindos, pero ahora están horribles, cuando viene alguien me hacen pasar vergüenza. Pensar en retapizarlos me parece algo inútil porque supongo que correrían la misma suerte. Estoy pensando en encargar alguna fundita, para por lo menos poner cuando viene gente y cubrirlos un poco.

En fin, mientras yo pienso que hacer con ellos mi pequeño destructor sigue afilado sus uñitas con ahinco. Miren sino la foto en la que está en plena tarea. ¡Se lo ve feliz clavando sus garras!

Y para cuando se cansó de los sillones es hora de comer un poco el gatito de crochet, su muñeco preferido.

Pero es tan lindo que se le permite todo a este pequeñin. ¿Cómo resistirse a esos ojos amarillo verdosos?