Atardecer en el morro. Despidiendonos de este paraíso.



Sentados en un bar para ver el atardecer sobre el mar.



De a poquito va cayendo el sol.

Llegamos al final del viaje, al momento de despedirnos del hermoso morro de São Paulo. No quisimos dejar de ver la caída del sol, que se veía muy linda desde ciertas partes de la isla. Fuimos entonces a un bar desde cuya terraza teníamos una vista privilegiada. Pedimos una caipirinha y un daiquiri de mango, y esperamos que de a poquito Febo comenzara a ponerse anaranjado y a perderse en el horizonte. Un espectáculo bellísimo que nos regaló la naturaleza, y que disfrutamos mucho.

sentados en un bar, mirando caer el sol.



Movimiento en el muelle.

Caipirinha

Una caipirinha para ver caer el sol en el morro

Terminamos el día cenando nuevamente en la playa un plato tradicional de la zona: moqueca de camarones. Muy rico y recomendable.



Ultimo atardecer en el morro. Hermoso espectáculo.

El sol cayendo sobre el mar.

Al día siguiente ya emprendimos el regreso a Buenos Aires. Fue un viaje largo porque tuvimos que tomar el catamarán de morro a Salvador, luego un vuelo hasta el aeropuerto de São Paulo y una conexión desde ahí hasta casa. Salimos el sábado a las once de la mañana, pero recién llegamos al aeropuerto de Ezeiza a las tres de la mañana del domingo. Estábamos bastante cansados y con ganas de llegar. Tuvimos al bajar del avión que volver a ponernos el abrigo, dejando ya si atrás los 30º y encontrándonos con unos escasos 15º en la ciudad. En la cola para hacer el trámite de migraciones por el ingreso al país escucho que uno de los chicos que atendía ahí al ver a toda la gente que estaba llegando le dice a otro “sale con fritas”. Y ahí ya me sentí en casa. Otra vez a hablar en castellano y la vuelta al hogar. Estar de vacaciones es hermoso, pero volver a casa después de un viaje tiene también su encanto.