Tropezón

Dicen que “un tropezón no es caída”. Pero en esta ocasión la frase no puede aplicarse para mi, porque tropecé y terminé en el suelo el jueves pasado. Iba temprano a la mañana hacia el trabajo, y ahí cuando ya estaba a una cuadra me tropecé con la vereda (que estaba ropa). Caí con la rodilla izquierda, la cual se llevó la peor parte. Zafé de irme de cara también porque mis reflejos si fueron mas rápidos y con la mano logré atajarme. En esta tengo algunos raspones, pero mínimos.

Enseguida me levanté, unas personas que pasaban me preguntaron si estaba bien y si necesitaba que me llevaran a algún lado. Ya estaba tan cerca de la oficina que les agradecí pero les dije que no. Miré mi rodilla, y lo primero que ví es que mi jean se había roto ahí. ¡Que lástima! Era un jean viejo pero que me quedaba bien, pero al cual tengo que buscarle otro destino (¿cortarlo y hacerlo bermuda?). Desde el agujero del jean ya se podían ver los dos grandes raspones que me había hecho. No sangraban, pero igual no se veían muy bonitos, y ya habían comenzado a doler.

Al llegar a la oficina enseguida me dio la recepcionista un poco de Pervinox para que me pusiera. Cuando llego al sector le cuento a una compañera que ya estaba ahí, y ella se encargó (sin que nadie le pidiera, eh!) de irle contando a todos los que llegaban:

-          ¡Mira lo que le pasó a Estelita! –

-          Uh.. ¿que te hiciste? -

-          ¿Cómo te caíste? -

Y así tuve que ir dando explicaciones. Me sentía un poco torpe por haberme tropezado. Todos me decían que en esa vereda suele pasar, que por que no le hacía juicio a la municipalidad (yo ni ganas de ponerme a hacer juicio por unos raspones), que a ver si llamábamos a la ART (tampoco con ganas de estar llamando, si tan mal tampoco estaba la cosa).

En fin, quiero que sea solo una anécdota más. Me duele un poco, claro, pero tratando de seguir vida normal. Eso si, a las clases de Pilates de esta semana no fui. Una excusa perfecta me vine a encontrar.